La Historia del Café
Habrá que remontarse a la noche de los tiempos, para saber a ciencia cierta en qué época fue descubierto el café. Un hecho es casi seguro: es originario de la Alta Etiopía, quizás de la región de Kaffa, de donde podría venir su nombre.
Las leyendas tejidas alrededor del café son innumerables y, como suele suceder en este género de relato, fantasía y sueño se confunden con la realidad. Una de éstas se desarrolla en el Yemen, en un lugar cercano al monasterio de "Chehodet": Un rebaño de cabras se encontraba pastando en las abruptas laderas de la comarca, cuando los pastores notaron que algunas se habían extraviado. Partieron en su búsqueda hacia la montaña, y allí descubrieron perplejos, que los animales se hallaban en un estado de excitación poco usual y rumiaban los frutos rojos y las hojas de un arbusto desconocido. Los pastores se apresuraron a relatar los hechos a los monjes de Chehodet, quienes llevados por la curiosidad, procedieron a estudiar los arbustos hasta entonces ignorados. Con las bayas y las hojas recogidas, el Superior ordenó preparar una infusión y la dio a probar a sus frailes. Los religiosos fueron presa de una agitación semejante a la descrita por los pastores, que los mantuvo en vela buena parte de la noche. A partir de la experiencia, tomaron la infusión a diario con el fin de prolongar sus oraciones hasta tarde, sin sufrir somnolencia.
Cierto día, uno de los monjes acercó al fuego unas ramas cargadas de frutos, con intención de secarlas para hacer uso de ellas durante la estación de las lluvias. Distraído, las olvidó y las bayas comenzaron a tostarse difundiendo un sutil aroma que se propagó en todo el recinto, para asombro de la comunidad. Poco después, otro de ellos retiró los granos del fuego, los trituró con una piedra y con el polvo obtenido, preparó enseguida la infusión como de costumbre. Descubrieron que en esa forma, la bebida no sólo era mejor, sino que conservaba intactas sus propiedades.
Según otra leyenda, un musulmán fue condenado por sus enemigos a vagar por el desierto. En su delirio, el hombre oyó una voz que le ordenaba comer la fruta de un árbol de café cercano. Intentó ablandar los granos en agua, y como no lo consiguió, bebió simplemente el líquido. Interpretando su supervivencia y energía como un signo de Allah, volvió a su gente a difundir su fe y la receta. Hacia el siglo XV comenzó el cultivo del café y durante muchos siglos posteriores la provincia de Yemen en Arabia fue la principal proveedora de café del mundo.
La demanda de café era muy alta, y los granos que salían del Puerto de Mocha en Yemen venían controlados. Ninguna planta fértil podía ser exportada. A pesar de las restricciones, los peregrinos de la Meca llevaban a su país de contrabando las plantas de café, y pronto las cosechas del café se implantaron en India.
El café llegó a Europa a través de Venecia, donde se comerciaban perfumes, , tintes y tejidos con los mercantes de la Ruta de las Especias. Muchos mercantes europeos se acostumbraron a tomar café en el extranjero y lo llevaban de vuelta a Venecia. La bebida ganó en popularidad cuando se empezó a vender en los mercados callejeros.
La demanda de café hizo florecer su producción también fuera de su zona de origen. En el siglo XVII, los holandeses introdujeron el cultivo de café en sus colonias en Indonesia, y los franceses fueron los primeros en crear plantaciones en Latinoamérica. Hoy en día, el café es el segundo producto de consumo más comercializado en el planteta -¡lo supera sólo el petróleo!
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